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The Diplomatic Edition II: Edition of a collection of documents [The diverse fields of Diplomatics science]
L'édition diplomatique II: L'édition des collections diplomatiques [Les divers domaines de la Diplomatique]
L'édition diplomatique II: L'édition des collections diplomatiques [Les divers domaines de la Diplomatique]
Para completar el tema que hemos dejado pendiente en el post anterior, el siguiente se dedica a la edición de conjuntos documentales más amplios que un sólo documento, tratando las diferentes cuestiones que atañen a la edición de colecciones de documentos, ya sea como una agrupación de documentos individuales o los asientos de un libro, además destacaremos la importancia de los índices como elemento que facilita la búsqueda al potencial investigador que acuda a la edición.
Temas a tratar:
- La edición de una colección de documentos individualizados.
- La edición de los libros conformados por asientos.
- Los indíces documentales, un complemento indispensable.
- Bibliografía
La edición de una colección de documentos de naturaleza individual, o como bien señala las normas de la Comisión de Diplomática, "Un recueil de Chartes", se debe de atener a una serie de normas que trata de estandarizar la propia comisión.
Cada uno de los elementos que componen una colección diplomática tendrá aparejado un número en cifras arábigas, si bien las normas de la comisión sugieren anteceder a este número con una cruz en el caso de los falsos o con un asterisco en el caso de los documentos conocidos por menciones posteriores, no se suele llevar a cabo (el planteamiento original de esta norma es que la datación de ambos suele ser imprecisa por lo que su número podría ser erróneo). Además en el caso de que la edición cuente con diferentes volúmenes (procede por ejemplo de diferente cartularios) o diferentes fondos archivísticos que queramos individualizar, podemos dotar a esos apartados una cifra romana aunque los documentos tendrán un numeración arábiga consecutiva.
Los documentos estarán ordenados dentro de la colección ateniéndose bien al orden original del soporte en que están escritos, si tenemos un cartulario respetaremos su orden; bien al orden cronológico si se trabaja con un fondo completo o con documentos en diferentes soportes. El orden cronológico puede encontrarse con el problema de que en algunos casos se desconozca la fecha precisa, por ello se debe de seguir el criterio "terminus ad quem" por el que pondremos las imprecisiones al final de cuando se produzca (por ejemplo si no sabemos el día del mes de un documento, se colocará al final del mes; si estimamos que corresponde al siglo XV, se pondrá al final del año 1499...), teniendo en cuenta de que si coinciden dos datas imprecisas en un mismo hueco, se ordenará de la más a la menos precisa.
Respecto a los documentos anejos o insertos dentro de otros documentos, la comisión recomienda no tratarlos de manera independiente, es decir, no desgajarlos de su documento original dándoles un número y un regesto independiente, que puede colocarse en otro punto bien diferente dentro de un orden cronológico. No obstante, sería recomendable informar en el regesto sobre la aparición de la copia de otro documento y señalar su datación.
En el caso de que un mismo documento tenga numerosas copias, lo normal es que solamente se edite el original y las copias sólo sean tenidas en cuenta dentro del aparato crítico en el apartado de tradición. Aunque si la copia modifica sustancialmente su contenido o tiene relevancia especial dentro de otro contexto político, se puede dotar de autonomía y transcribirlas dentro de la colección con su correspondiente número y regesto.
Finalmente conviene reservar un apartado dentro de la colección diplomática para explicar los criterios de clasificación seguidos, la abreviaturas que aparecen en los aparatos críticos, y las normas de transcripción utilizadas, para que el lector pueda interpretar la edición.
Cada uno de los elementos que componen una colección diplomática tendrá aparejado un número en cifras arábigas, si bien las normas de la comisión sugieren anteceder a este número con una cruz en el caso de los falsos o con un asterisco en el caso de los documentos conocidos por menciones posteriores, no se suele llevar a cabo (el planteamiento original de esta norma es que la datación de ambos suele ser imprecisa por lo que su número podría ser erróneo). Además en el caso de que la edición cuente con diferentes volúmenes (procede por ejemplo de diferente cartularios) o diferentes fondos archivísticos que queramos individualizar, podemos dotar a esos apartados una cifra romana aunque los documentos tendrán un numeración arábiga consecutiva.
Los documentos estarán ordenados dentro de la colección ateniéndose bien al orden original del soporte en que están escritos, si tenemos un cartulario respetaremos su orden; bien al orden cronológico si se trabaja con un fondo completo o con documentos en diferentes soportes. El orden cronológico puede encontrarse con el problema de que en algunos casos se desconozca la fecha precisa, por ello se debe de seguir el criterio "terminus ad quem" por el que pondremos las imprecisiones al final de cuando se produzca (por ejemplo si no sabemos el día del mes de un documento, se colocará al final del mes; si estimamos que corresponde al siglo XV, se pondrá al final del año 1499...), teniendo en cuenta de que si coinciden dos datas imprecisas en un mismo hueco, se ordenará de la más a la menos precisa.
Respecto a los documentos anejos o insertos dentro de otros documentos, la comisión recomienda no tratarlos de manera independiente, es decir, no desgajarlos de su documento original dándoles un número y un regesto independiente, que puede colocarse en otro punto bien diferente dentro de un orden cronológico. No obstante, sería recomendable informar en el regesto sobre la aparición de la copia de otro documento y señalar su datación.
En el caso de que un mismo documento tenga numerosas copias, lo normal es que solamente se edite el original y las copias sólo sean tenidas en cuenta dentro del aparato crítico en el apartado de tradición. Aunque si la copia modifica sustancialmente su contenido o tiene relevancia especial dentro de otro contexto político, se puede dotar de autonomía y transcribirlas dentro de la colección con su correspondiente número y regesto.
Finalmente conviene reservar un apartado dentro de la colección diplomática para explicar los criterios de clasificación seguidos, la abreviaturas que aparecen en los aparatos críticos, y las normas de transcripción utilizadas, para que el lector pueda interpretar la edición.
Cuando libro no se componga de documentos individualizados sino de asientos como es el caso paradigmático de los libros de actas, los obituarios, libros de cuentas o los libros de apeos; no vamos a diseccionarlos ya que sus asientos no tienen la suficiente autonomía como para recibir el tratamiento de un documento individualizado, lo que supondría un aumento exponencial del tamaño de la edición ya que habría numerosos regestos. Por consiguiente, es una cuestión práctica que incluso puede alcanzar a materiales como los libros de notas de los notarios.
En este tipo de materiales se transcribe todo en un mismo bloque en el que sólo diferenciaremos los cambios de asiento a través de espacios en blanco y los cambios de folio mediante el uso de la doble barra oblicua con la indicación de la foliación en letra en superíndice ( //45r).
Además se puede solventar la carencia de una individualización de estos elementos a través de un índice de asientos posterior, que permita al lector la rápida búsqueda de cada uno de los asientos.
Además se puede solventar la carencia de una individualización de estos elementos a través de un índice de asientos posterior, que permita al lector la rápida búsqueda de cada uno de los asientos.
Uno de los elementos que no suelen destacar en la valoración de una colección diplomática es el de los índices documentales, sin embargo, unos buenos índices suponen un enorme trabajo y una enorme ayuda a los historiadores que busque información en la colección ya que la encontrarán cribada bajo ciertos criterios.
Los criterios tradicionales son las personas citadas en los documentos (índice antroponímico) y los lugares (índice toponímico), los cuales aparecen en la inmensa mayoría de las colecciones diplomáticos, incluso las más longevas. Responden a las dos búsquedas más repetidas por los investigadores que normalmente construyen su relato histórico teniendo como sujetos un territorio, un personaje o en una institución. En ambos casos se sigue un orden alfabético pero el criterio a la hora de construir estos índices suele variar dependiendo del autor, pudiendo ser muy sencillo o dar pie a matizaciones, en el caso de los índices antroponímicos lo mínimo es la identificación de la persona (es recomendable colocar los apellidos antecediendo al nombre de pila y modernizar en lo posible el nombre, es decir, que un Iohan pase a ser Juan, aunque se puede respetar el antiguo poniéndolo al lado entre paréntesis) junto a algunos datos identificativos como la vecindad o la profesión, si bien podemos diferenciar en que documentos aparece con ciertos datos ya que habrá casos en que los cargos no sean perpetuos, o en otros en los que no tengamos la certeza absoluta de si se corresponde a la misma persona, un ejemplo de ambos sistemas sería el siguiente:
Fernández de León, Juan (Iohan) (canónigo de la Iglesia de Oviedo, tesorero, administrador anual de la ración de pan, bachiller), 23, 24, 56, 58, 65, 78, 101, 122.
Fernández de León, Juan (Iohan)
- canónigo de la iglesia de Oviedo: 23, 24, 56, 58, 65, 78, 101, 122.
- tesorero: 58, 65, 78, 122.
- administrador anual de la ración de pan: 56, 58.
- bachiller: 56, 58, 65, 78, 101, 122.
Algo similar ocurre con los lugares, a lo que se añade la dificultad de localizar los microtopónimos que en algunos casos se tienen que ponen en cursiva porque resultaron imposibles de hallar, mientras que se procede a modernizar y castellanizar los existentes (aunque se puede respetar el original entre paréntesis), para después insertarlo dentro de una delimitación administrativa actual. El índice toponímico puede ser sencillo o puede cribar los diferentes contextos en que aparece citado un territorio, ya que no suele ser lo mismo que aparezca como lugar de vecindad de un otorgante que citado como destino de un camino situado en otra localidad. Veamos un ejemplo:
AVILÉS (Abillés), Asturias, 23, 24, 56, 58, 65, 78, 101, 122.
AVILÉS (Abillés), Asturias
- villa de: 23, 24, 56, 58, 65, 78, 101, 122.
- vecino de: 23, 24, 65, 78.
- camino real que va para: 23, 101, 122.
- iglesia de San Nicolás en: 56, 58.
- calle Ferrería: 23.
- calle Rivero: 122.
Sin embargo, en la actualidad están apareciendo nuevas tipologías de índices que complementan la información de los dos anteriores, aunque no suelen ser frecuentes pueden resultar interesantes para diversas cuestiones que busque el potencial lector. Uno de los que más éxito tiene es el índice socioprofesional en donde aparece cribada la información en los diferentes cargos que aparecen en la documentación, por lo que podremos encontrar facilmente donde están por ejemplo los herreros, los carpinteros, los maestrescuelas de un cabildo, los notarios apostólicos... También aparece en ocasiones un índice de tipologías documentales, un detalle que suelen tener los editores más cercanos a la disciplina de la diplomática y que es muy útil para ese tipo de estudios. Finalmente pueden aparecer otro tipo de índices más especializados que tienen que ver con datos útiles para diversas temáticos históricas (por ejemplo cribar los productos que son cultivados o comerciados para facilitar la historia económica) o con términos clave de la época en cuestión ("mots-vedettes").
También resulta interesante un índice de los documentos que incluya el regesto o la información más relevante para así facilitar un visionado rápido del contenido de la obra, algo que se hace especialmente necesario si el orden de nuestra colección por seguir el material no respeta un orden cronológico, cosa que se puede remediar en este índice.
Otro aspecto a destacar es el criterio para identificar donde está el elemento citado, si bien algunos citan la página de la edición suele ser un criterio engorroso para el proceso de elaboración de los índices, resultando más positivo utilizar como parámetros el número otorgado al documento en donde está ese elemento o la foliación correspondiente.
Además independientemente de como hayamos construido nuestro índice, conviene explicitar las normas seguidas a fin de que los lectores lo puedan interpretar.
4.- Bibliografía. Los criterios tradicionales son las personas citadas en los documentos (índice antroponímico) y los lugares (índice toponímico), los cuales aparecen en la inmensa mayoría de las colecciones diplomáticos, incluso las más longevas. Responden a las dos búsquedas más repetidas por los investigadores que normalmente construyen su relato histórico teniendo como sujetos un territorio, un personaje o en una institución. En ambos casos se sigue un orden alfabético pero el criterio a la hora de construir estos índices suele variar dependiendo del autor, pudiendo ser muy sencillo o dar pie a matizaciones, en el caso de los índices antroponímicos lo mínimo es la identificación de la persona (es recomendable colocar los apellidos antecediendo al nombre de pila y modernizar en lo posible el nombre, es decir, que un Iohan pase a ser Juan, aunque se puede respetar el antiguo poniéndolo al lado entre paréntesis) junto a algunos datos identificativos como la vecindad o la profesión, si bien podemos diferenciar en que documentos aparece con ciertos datos ya que habrá casos en que los cargos no sean perpetuos, o en otros en los que no tengamos la certeza absoluta de si se corresponde a la misma persona, un ejemplo de ambos sistemas sería el siguiente:
Fernández de León, Juan (Iohan) (canónigo de la Iglesia de Oviedo, tesorero, administrador anual de la ración de pan, bachiller), 23, 24, 56, 58, 65, 78, 101, 122.
Fernández de León, Juan (Iohan)
- canónigo de la iglesia de Oviedo: 23, 24, 56, 58, 65, 78, 101, 122.
- tesorero: 58, 65, 78, 122.
- administrador anual de la ración de pan: 56, 58.
- bachiller: 56, 58, 65, 78, 101, 122.
Algo similar ocurre con los lugares, a lo que se añade la dificultad de localizar los microtopónimos que en algunos casos se tienen que ponen en cursiva porque resultaron imposibles de hallar, mientras que se procede a modernizar y castellanizar los existentes (aunque se puede respetar el original entre paréntesis), para después insertarlo dentro de una delimitación administrativa actual. El índice toponímico puede ser sencillo o puede cribar los diferentes contextos en que aparece citado un territorio, ya que no suele ser lo mismo que aparezca como lugar de vecindad de un otorgante que citado como destino de un camino situado en otra localidad. Veamos un ejemplo:
AVILÉS (Abillés), Asturias, 23, 24, 56, 58, 65, 78, 101, 122.
AVILÉS (Abillés), Asturias
- villa de: 23, 24, 56, 58, 65, 78, 101, 122.
- vecino de: 23, 24, 65, 78.
- camino real que va para: 23, 101, 122.
- iglesia de San Nicolás en: 56, 58.
- calle Ferrería: 23.
- calle Rivero: 122.
Sin embargo, en la actualidad están apareciendo nuevas tipologías de índices que complementan la información de los dos anteriores, aunque no suelen ser frecuentes pueden resultar interesantes para diversas cuestiones que busque el potencial lector. Uno de los que más éxito tiene es el índice socioprofesional en donde aparece cribada la información en los diferentes cargos que aparecen en la documentación, por lo que podremos encontrar facilmente donde están por ejemplo los herreros, los carpinteros, los maestrescuelas de un cabildo, los notarios apostólicos... También aparece en ocasiones un índice de tipologías documentales, un detalle que suelen tener los editores más cercanos a la disciplina de la diplomática y que es muy útil para ese tipo de estudios. Finalmente pueden aparecer otro tipo de índices más especializados que tienen que ver con datos útiles para diversas temáticos históricas (por ejemplo cribar los productos que son cultivados o comerciados para facilitar la historia económica) o con términos clave de la época en cuestión ("mots-vedettes").
También resulta interesante un índice de los documentos que incluya el regesto o la información más relevante para así facilitar un visionado rápido del contenido de la obra, algo que se hace especialmente necesario si el orden de nuestra colección por seguir el material no respeta un orden cronológico, cosa que se puede remediar en este índice.
Otro aspecto a destacar es el criterio para identificar donde está el elemento citado, si bien algunos citan la página de la edición suele ser un criterio engorroso para el proceso de elaboración de los índices, resultando más positivo utilizar como parámetros el número otorgado al documento en donde está ese elemento o la foliación correspondiente.
Además independientemente de como hayamos construido nuestro índice, conviene explicitar las normas seguidas a fin de que los lectores lo puedan interpretar.
- COMMISSION INTERNATIONALE DE DIPLOMATIQUE, “Normes internationales pour l’édition des documents médiévaux”, en Folia Caesaragustana, Zaragoza, 1984, pp. 15-64.